Hay muchas clases de
dolores, igual que muchas formas de sentirlo, de notarlo o aceptarlo. El dolor
en su menor o mayor escala siempre crea un sufrimiento que hace inestable a la
persona que lo padece. El dolor en todo su esplendor se presenta sin ninguna timidez,
casi al desnudo, se pasea recorriendo tus zonas más delicadas y débiles con su
único propósito de dejarte caer en sus redes mejor elaboradas. Qué pequeña y
grande palabra, qué sentimiento, qué
sensación, quién no ha sentido alguna vez dolor.
De todos los dolores
para mí el más cruel y forzudo es aquél que penetra en ti en forma de
sentimiento (no se puede calcular, cuesta hasta de puntuarlo), el dolor
psicológico es el peor entre todos ellos. En su forma más abstracta ataca en
todas las heridas abiertas, haciendo padecer una agonía de tristes
sentimientos. Sólo el tiempo deja cicatrizar su huella, pero antes debemos
aceptar aquello que nos está provocando ese sufrimiento, descubrir de dónde
proviene esa frustración que nos está desequilibrando emocionalmente, que no
nos permite respirar con fluidez ni pensar con total coherencia. Debemos, en
compañía aunque a veces también en soledad, reforzar nuestras carencias y
aprender de lo que en ese momento nos está ocurriendo. Y con todo el amor
crecer en silencio, sin apenas darte cuenta, irás avanzando en su trayectoria,
con positivismo, destruirás su núcleo y dejará un melancólico recuerdo.
El físico, es el
dolor más fácil de controlar aunque se necesita mucha práctica, suele ser por
momentos (a veces dura más, otras veces menos). Podemos detectarlo, palparlo
incluso casi tocarlo (muchas veces lo tocamos). Ingenuamente se presenta en la
zona afectada, pero hábilmente sube hasta debilitar tu mente y hace pensar
únicamente en él. Por eso he encontrado en la meditación y la parte, un poco
impulsiva, de la acción para olvidarme de él, igual que antes decía que se
tenía que aceptar ahora hay que omitirlo, imaginando que es un cero a la
izquierda. Si únicamente nos centramos en él le damos fuerza, utiliza su inteligencia
para crecer y ser aún mayor, así nos puede dejar tumbados, rendidos y
aplastados en cualquier rincón, sintiéndonos destruidos, arruinados y afectando
tus zonas más sensibles, uniéndose al otro dolor y afectando a todo tu cuerpo y
a todo tu ser. Con nuestra fuerza debemos luchar contra él sin dejar que
entorpezca nuestro día, intentando apartarlo sutilmente y fugazmente irá
esfumándose. Al menos yo es el que más disfruto en compañía con el calor de la
gente sobre todo alrededor de las personas a las que más quiero, en soledad se
hace menos llevadero, ayudan a no darle pie, a seguir con su camino y lo podemos llegar a exterminar. Ya
lo he comentado antes con práctica podemos controlarlo al menos parte de él.
Tal vez los dos
dolores que he nombrado son los más comunes, pero quizás esa sea la razón por
la que los he elegido, no por ese motivo dejan de ser complejos o fáciles de
llevar sino todo lo contrario. Sus similitudes a veces confunden el poder saber
de cual de ellos se trata. En cambio suele ser más sencillo hablar del segundo
dolor, (miles de veces escuchamos: me
duele la barriga, estoy maread@, no me encuentro bien…en cambio es mucho más
complicado, escuchar en voz nuestra, el dolor psicológico aquel que la causa no
es física, no encuentras a una señora en el mercado explicando la sensación que
siente al sufrir por la pérdida de un ser querido, los sentimientos que no
controla sobre la separación, etc.) en cambio opino que deberíamos hacer todo
lo contrario, ignorar el dolor físico (así no recrearnos en él) y aceptar y
dejar que fluya en formas de palabras ( por supuesto con un clima favorecedor,
de una íntima compañía y haciendo algo que te guste o te relaje) haciéndonos
sentir desahogados y consiguiendo realizar nuestra misión, desalojarlo de
nosotros. Como con el otro dolor debemos saber analizar profundamente de dónde
proviene, que hay detrás de todo esto, averiguar que se esconde y produce ese
mal. Las técnicas de medicina natural, la medicina alternativa pueden ser una
gran ayuda, aunque sobre todo creo que debemos fortalecernos interiormente y
conseguir madurar hasta llegar al punto
de poder controlar el dolor.
Para los dos
dolores, al menos yo, jamás (aunque esto también lo he debido de aprender) me
contengo las lágrimas, creo que es una reacción natural, debemos expulsar parte
del dolor a través de ellas. Tampoco te dejes enganchar, llora lo suficiente,
ni mucho ni poco, sáciate del lloro pero también aprende a dejar de llorar,
aprende a pasar un duelo lo más amablemente que puedas.
Igual que hay formas
de minimizar el dolor, de conseguir que no sea tan profundo y podamos llevarlo
mejor, también debemos aprender a que no nos puedan hacer daño.
En esta vida no
debes permitir que nadie que no quieras, absolutamente nadie que no te quiere
ni quieras, te pueda hacer daño, el dolor es tan sublime, si no pertenecen a tu
vida si no son parte de tu vida automáticamente tu paz interior actuará sin
dejar huella ni paso al sufrimiento, por ese motivo debes reforzar tu yo
interior y cuidarlo al mismo tiempo que lo amas.
Buf... Me ha encantado...
ResponderEliminarA mí me va muy bien llorar, para desahogarme...
Y si me dan a elegir, preferiría el dolor físico antes que al psicológico. El último párrafo increíble :)
Un beso!
hola!! acabo de abrir tu blog...paseo de gonzalez y dice que ya no está disponible.. es cierto?? sería una pena porque me gustaba mucho... besitos!!
ResponderEliminarhola otra vez!! perdona que insista pero la única manera de abrir tu blog es por medio del comentario que me pusiste en mi blog... he añadido el nuevo nombre y siempre me dice lo mismo... que no existe!! Tendré que abrirlo de esta manera... besitos!!!
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